jueves, 23 de julio de 2009

ZORROS VESTIDOS DE LOBOS – DESVIRTUALIZACIÓN


Hay una palabra que me ronda la cabeza hace mucho tiempo, “desvirtualización”. Parece que esa palabra me persigue desde hace unos años, desde que decidí cambiar la pedagogía social por la cooperación internacional y los proyectos para el desarrollo… Cada vez que he fijado mi vista en un organismo, movimiento o institución, poco después ha surgido de sus más oscuras entrañas esa palabra… “desvirtualización”. ¿Qué se desvirtualiza? Supongo que todo aquello que sea peligroso, desconocido, amenazante, que vaya en contra de unos intereses o simplemente piense distinto.
Haciendo revisión, se ha desvirtualizado desde la antigua Roma, quizás desde antes, desprestigiando al contrario, asociándolo a una idea negativa o un mal fundado. El desprestigio ha sido el modo de desvirtualización por excelencia hasta hace poco, y aún se sigue aplicando con muy buenos resultados. Quizás el padre literario e institucional de esta desvirtualización- desprestigio fue Platón, aquél que insinuó que hay una estirpe de hombres destinados a ordenar al mundo, y que por su condición natural lo harán bien y por el bien… y todos aquellos ajenos a dicha clase de hombres sólo pueden causar daño y mal a la sociedad. Y en pos de esta opinión tan prestigiosa y virtuosa se extendió la idea ya dogmática que los políticos son políticos por naturaleza y al resto de la sociedad nos queda el papel de audiencia–abucheo-aplauso-voto. Así, si un artesano, un ciudadano de a pie, un guerrero o un campesino (los esclavos y extranjeros ni siquiera eran personas… más o menos como ahora), nadie osaba a escucharlo, porque era de persona culta y civilizada (la persona que todos debían intentar ser) dar al césar lo que era del césar y al pueblo lo que era del pueblo: para el pueblo el trabajo y al cesar y sus compinches lo demás.
El desprestigio ha sido el medio más efectivo de desvirtualización de los últimos 25 siglos, por poner un número. El mejor medio de control antes había sido la fuerza, seguido del miedo, la amenaza a mayores tundas de fuerza. Pero estos métodos no son infalibles al 100% y a veces se sublevaban algunos insurgentes insatisfechos, indignados, o aquellos que simplemente que por haberlo perdido todo habían perdido hasta el miedo… aquí es donde entra en juego una táctica más sutil y efectiva para acabar con las rebeliones: en la política, la economía, la música, el arte, la ciencia… “el desprestigio”, la descalificación, el insulto, la marginación social de esa minoría con tendencias patológicas para un sistema ya establecido. Tan efectiva es esa táctica de marginación que ser un marginado es lo peor que puede pasarle a un ser social.
Pero los siglos fueron pasando hasta llegar al XX, ese que la mayoría de nosotros hemos conocido en mayor o menor medida, y con él llegó el progreso “absoluto”, la globalización, la comunicación a niveles insospechados que trajeron consigo nuevos problemas para contener a esas minorías que, conectada con la magia del teléfono, la prensa, la televisión, ¡internet! Resultó ser una minoría bastante grande y heterogénea. Ya no funcionaba gritar que viene el lobo con piel de comunista, anarquista, los otros, los de más allá, los que son mucho más malos que nosotros y nos quieren hacer daño (sí, todo el que vaya en contra o difiera de lo que dice el dirigente, el ordenante, el diseñante de cómo tienen que ser las cosas, cómo debes pensar, vestir, bailar, comer, hablar... es "el lobo", el peligro para los tiernos becerritos y ovejitas que siguen al buen pastor: revolucionario = lobo "malo").
De pronto llegó un movimiento pacifista, un señor bajito, calvo y con gafas al que no le importaban los insultos, al que no le asustaba la nada, ni perderlo todo porque nada tenía, ni la muerte… que no gritaba ni levantaba puños, que no amenazaba y no insultaba… y fue muy difícil amenazarlo, amedrentarlo o desprestigiarlo, porque los mismos instrumentos que esos pocos elegidos platonianos usaban para desarrollar sus tácticas y estrategias sirvió para enseñar al mundo que existían unos pocos que pensaban que algo no funcionaba bien, una ventana con imágenes decía a miles de kilómetros que había otras personas que también pensaban que algo no iba bien. Por primera vez miles de personas en distintos lugares del planeta dijeron no a la guerra, si a la paz, si al amor y al respeto. Por primera vez las amenazas de “que viene el lobo” no surtió el efecto deseado, y fue necesario sacar a los chacales, los cuales siempre habían estado encerrados en el patio de atrás. Comenzaron las imposiciones militares, las leyes marciales y una época de duras dictaduras, levantamientos militares orquestados por manos negras y sabias que siempre han sabido cómo hacer estas cosas.
Por supuesto estas cosas siempre pasaron en países de segundo orden, países vecinos o lejanos (España cayó antes de que empezara todo) curiosamente antes “aliados y buenos vecinos” y con los cuales no se debían cortar las relaciones completamente por ciertos intereses comerciales que no había necesidad de perder. Además, que pasara en un país cercano y lejano siempre venía bien porque nos recordaba a todos que el lobo existe y está ahí, con sus dientes afilados.
Aún así el número de insurgencias seguía creciendo, desvelando insatisfacciones en todos los ámbitos, todos esos ámbitos que nos rodean y nos componen, que suelen ser comerciales o políticos, y surgió un nuevo movimiento: lo alternativo. Tenemos para todo: cine alternativo, música alternativa, arte alternativo, partidos alternativos (o independientes), consumo y producciones alternativas para todo. Comprobaron los muy zorros platonianos que gritar comunistas, hippies o anarquistas ya no tenía el mismo efecto, ya apenas si tenía efecto, y los únicos que reaccionaban con miedo o aversión eran los propios afiliados, incondicionales históricos, que poco peligro suponían. Por primera vez la zorra se asustó y vio en los blancos molares vegetarianos del rebaño los colmillos de una amenaza real.
El descontento rebaño cada vez más activista y agresivo empezó a mostrar signos de alteración y algunos alternativos más radicales empezaron a sublevarse y dar miedo al que siempre había tenido la sartén por el mango… ONGs, punkis, pacifistas, budistas, activistas, ecologistas, agrupaciones independientes, ¡amenazantes tendencias anticonsumistas! La zorra se vio rodeadas de nuevos lobos, lobos que comían zorros ignorando al manso rebaño que ni iba ni venía… Lo peor era ver que esto era una tendencia que además contagiaba a los jóvenes corderitos indecisos, movidos por la necesidad de aventura y la deslumbrante rebeldía ante sus progenitores… ¿Qué puedo hacer? ¿qué puedo hacer? Se preguntaban los zorros en comité… Y eso sí, el zorro no será noble, ni será bueno, pero listo es como ninguno otro… Y encontraron la solución: disfrazarse de neo-lobo ("pijipis", lujosisimos centros de yoga para practicar budismo, supergrupos alternativos con marketings millonarios...). Porque no hay nada más inquietante y motivante para consumir algo que hacerlo prohibido… así que desvirtualizarían al neo-lobo: poniéndolo de rebajas. Lo alternativo se convirtió en moda, moda en la música, en la ropa, en las actividades… apuntarse a una ONG se puso tan de moda que proliferaron como las setas, cualquiera podía y quería montar una ONG aunque no supiera por qué luchar o qué defender. Había ya tanta apariencia y conducta alternativa que ya no se sabía cuál era la original y cual la de temporada. Los gobiernos abrieron sus propias ONGs, las empresas crearon sus propias ONGs, los bancos crearon sus propias ONGs, tantas que ahogaron a los antiguos activistas. Muchos de estos sucumbieron ante los deslumbrantes recursos que ponían a sus pies los zorros sólo por actuar aquí y no allí, mejor en este ámbito y no en aquel… Otros muchos de los activistas olvidaron sus raíces a fuerza de contaminarse y no tener aire limpio… Otros ni siquiera sabemos dónde andan.
Los hijos de políticos se peinaban públicamente con vistosas crestas mientras votaban y defendían a partidos conservadores, los jóvenes herederos viajaban durante algún tiempo con sus largas melenas y sus ropas de hippies pagando con “american express oro” en los youth hostel. Las más prestigiosas tiendas de ropa abarrotaban sus mostradores con la temporada grunge…, grupos de niños pijos cantaban a coro “Adios papá” y otros cantos de rebeldía… Si el movimiento alternativo se hacía más violento por una época de crisis laboral y descontento social… entonces las modas se hacían más violentas, se producirían más películas agresivas, la música sería más agresiva… Pero el neolobo reaccionaba y rectificaba hacia un sentir más natural y pacifista… entonces venderemos zen y etiquetas verdes (verde solo es la etiqueta), ropas de lino y mucho aloe… que el neolobo se resiste y decide hacerse independiente como un festival en medio de un desierto donde nadie nos imponga un triunfito… sembraremos el mundo de festivales en desiertos, pinares, lagos y parques… Que ahora se niegan a comprar ropa en serie, pues reventaremos el mercado de ropa de mercadillo con tintes multiculturales, que para eso están cosidos por niñas en la india, sacadas de la calle por nuestras propias ONGs pagadas por el gobierno, para trabajar en talleres de costura de ONGs religiosas que confeccionan para nuestras empresas y todo gracias a la financiación de la obra social de nuestros bancos… Y así ya no sabemos quién es quién entre tanto zorro vestido de lobo.

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